Que reía, que cantaba, que cocinaba, hasta en sus últimos momentos, siempre pendiente de su marido —un déspota mujeriego que se acostaba con cuanta mujer se le cruzaba dejando hijos por la zona de Saenz Peña donde vivieron casi toda su vida—...
Es muy vago el recuerdo de esa mujer abatida y dolorida... rodeada por su familia, tendría yo 4 años...
Me acuerdo del sillón de peluquero de mi bisabuelo... de las tenazas para sacar muelas, un hombre callado, delgado que me daba miedo...
Según cuesta la historia —heredada entre las mujeres de mi familia—, mi bisabuelo nunca quiso a esa hija... Como dice el dicho “a veces uno desea a la vaca pero se tiene que aguantar la ternera”...
La ña Felipa, mi tatarabuela, quizá para que esa pareja se mantuviera unida, decidió volverse a España llevándose a mi abuela Isabel, de 4 años, para que estuviera más saludable o para asegurar que su hija estuviera segura con su marido?
Felipa vuelve a cruzar ese océano llevándose una niña que conocería tierras extrañas...
Las mujeres por sus hijos aguantan cualquier dolor, aunque ese sea un desgarro profundo desde las entrañas...
Quizás por culpa... quizás por miedo.... quizás por someterse a esa madre que siempre decidió lo mejor para su hija?
Las madres siempre decimos las cosas por el bien de los hijos...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario