10 febrero 2011

2. Cuna de Matriarcas: Dora (Bisabuela)

Saenz Peña, Buenos Aires. La recuerdo vagamente a mi bisabuela Dora, muy enferma con cirrosis... postrada, enferma, dicen que de ella heredé mis ojos verdes. Que era descendiente de moros, tez oscura y unos radiantes, grandes y enigmáticos ojos verdes. Que era buena, que siempre estaba de buen humor, que fue sufrida y toda la vida pagó en silencio sometido ese abuso adolescente y, que agradeció toda su vida, a ese español sacamuelas Guillermo el haberse casado con ella.
Que reía, que cantaba, que cocinaba, hasta en sus últimos momentos, siempre pendiente de su marido —un déspota mujeriego que se acostaba con cuanta mujer se le cruzaba dejando hijos por la zona de Saenz Peña donde vivieron casi toda su vida—...
Es muy vago el recuerdo de esa mujer abatida y dolorida... rodeada por su familia, tendría yo 4 años...
Me acuerdo del sillón de peluquero de mi bisabuelo... de las tenazas para sacar muelas, un hombre callado, delgado que me daba miedo...
Según cuesta la historia —heredada entre las mujeres de mi familia—, mi bisabuelo nunca quiso a esa hija... Como dice el dicho “a veces uno desea a la vaca pero se tiene que aguantar la ternera”...
La ña Felipa, mi tatarabuela, quizá para que esa pareja se mantuviera unida, decidió volverse a España llevándose a mi abuela Isabel, de 4 años, para que estuviera más saludable o para asegurar que su hija estuviera segura con su marido?
Felipa vuelve a cruzar ese océano llevándose una niña que conocería tierras extrañas...
Las mujeres por sus hijos aguantan cualquier dolor, aunque ese sea un desgarro profundo desde las entrañas...
Quizás por culpa... quizás por miedo.... quizás por someterse a esa madre que siempre decidió lo mejor para su hija?
Las madres siempre decimos las cosas por el bien de los hijos...

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